Miss Adventure

Miss Adventure estaba compuesta de apocalipsis, de belleza y de locura. No era dulce ni sutil. Sus pasos parecían un riff interminable en mi cabeza. No era dañina, pero sí un poco peligrosa. No porque fuera a embarcarme en un viaje sin retorno cualquier noche en el Chelsea Hotel, pero sí porque podía dinamitar todas mis convenciones. Me retaría a lo imposible, haría que se tambaleara todo lo que creía cierto. Cogería mis sueños y los utilizaría como fregona para limpiar los restos de mi pasado. Peligrosa porque puede empujarme hacia el abismo, sin paracaidas, sin energía cosmica, sin libro al que confiarme. Abrirá con violencia puertas y ventanas, para que toda la vorágine de propuestas, iniciativas, planes y quizás entrarán sin pedir permiso alguno. Está bien. Me has embrujado. Dame tu mano, no te voy a soltar hasta que lleguemos a la siguiente estación.

Nunca había visto los labios de la Virgen de la Piedad Vaticana de Miguel Ángel con tanto detalle. El leve abultamiento del labio inferior, la delicadeza del arco de cupido, la luz acariciándolos con sombras temblorosas. Nunca el mármol me pareció tan ardiente, tan perturbador, tan atrayente. Fue cuando te besé a ti que dejé de soñar con labios imposibles.