Solo hay algo peor que el vacío, que el ponzoñoso abatimiento que crece impunemente mientras te precipitas al final un libro: la desesperación galopante por acabarlo ya. Es ahí cuando tropiezas con la verdad velada pero incuestionable.

Las       cosas      van      mal.

Mi amor por ti fue como una revolución. Un grito de rabiosa esperanza para liberarme de la opresión de mi pasado. Puro arrebato impertinente contra el sabio miedo. Tu sonrisa, la mejor arma para lanzarme a la batalla. Lo bello y lo trágico de este final es que, como buena revolución, lo nuestro quedó inconcluso.