El joven sabio observaba a su viejo aprendiz bailar entre los bosques hasta realizar la coreografía a la perfección. El anciano había notado a su maestro taciturno, triste y en todas las ocasiones preso de un cansancio vital extremo; hasta que le vio sonreír algunas veces ante sus avances en el entrenamiento. «Estará más animado», pensó. El joven sabio, que adivinó los pensamientos de su viejo aprendiz le dijo: no te confundas, una sonrisa puntual, una carcajada que haga temblar las hojas de los árboles no derrotan a la tristeza infinita.
Mes: septiembre 2016
Espero ansiosa el eterno invierno, donde la penumbra alumbre los días y las noches; donde la luz no pueda iluminar aquello que no quiero ver y descubra lo que quiero olvidar.
Donde el frío me de cobijo. Donde el calor no me recuerde a ti.
Tristezas infinitas.
Si miras en el fondo de mi alma encontrarás una amplia colección de tristezas. No hay ninguna que se repita aunque parezcan fabricadas en serie. Todas tienen su tomo particular. La felicidad es injusta porque tiene una fecha de caducidad muy temprana. Los desenlaces de mis tristezas nunca llegarán a mí.
Gatos de compañía.
Había un gato blanco y negro justo en el medio de la calle. No se movía. Por no mover, no movía ni las orejas. Yo sabía que me había visto y que me tenía localizada. Estábamos a pocos metros de distancia y yo tenía prisa por continuar mi camino. Sin embargo, el minino se me antojaba una suerte de cerbero en miniatura. Un custodio de todo lo que encontraría a la doblar la esquina.
Finalmente, me miró con sus ojos claros, con contundente intensidad; supe entonces que lo sabía todo, que me conocía. No había nada que pudiera intentar para apartarlo de mi camino. No podía vencer al gato sin derrotarme a mi primero.