Música para personas concretas

Mucha gente advierte sobre lo nefasto que resulta ligar tus canciones favoritas a personas concretas; y esto se debe a que puedes llegar a cogerles manía, odio, repulsión o, simplemente, deshacerte en lágrimas ante el recuerdo por las personas perdidas. La música nunca debería tornarse en castigo por las personas concretas. O por lo que es lo mismo: por los amores rotos.

Recuerdo que la primera vez que te invité a mi piso, te asombró la cantidad de vinilos que tenía repartidos por todo el lugar. “Trabajé mucho tiempo en una tienda de música, hasta que su dueño se endeudó y acabamos cerrando”, te dije. Tus ojos brillaban un poco tristes por mí, porque perder el trabajo de tus sueños se parece, precisamente, a perder la propia capacidad de soñar. Me pareciste tan deliciosa como adorable; con tus gafas y tu cabello rizado desordenado. Me enamoraste con todas las conversaciones que mantuvimos con The National sonando de fondo. Los debates acalorados tratando de convencerme de que Morrisey podía llegar a gustarme. Los silencios reflexivos templados por Joy Division. Todas las veces que llegamos al orgasmo con Cigarretes After Sex entre los dedos.

Me dijiste que podrías pasarte la vida hablando de música y de libros conmigo, con café por las mañanas y vino por las noches. Nunca te dediqué canciones concretas mientras fuiste mi amor concreto; pero el resultado fue el mismo. Una noche, mis vinilos acabaron como yo.

Rotos.

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