Artificio

Ese día me vestí con la ropa que tenía pensada ponerme desde una semana atrás, por lo menos. Mis botas de corte militar. Mis pantalones nuevos. Una de mis camisetas favoritas. Mi chaqueta de cuero. Todo negro.

Llegué al aeropuerto con tiempo de sobra, porque hoy ni el transporte ni yo misma podíamos ser motivo de tardanza. Me senté en unos de los bancos cercanos a las puertas de salida de los pasajeros que arribaban a la isla. Y esperé. Presa de los nervios, comía unas nuevas, al menos para mí que solo había disfrutado de las variedades que se comercializaban por estos lares, galletas Oreo de red velvet. Una frivolidad como otra cualquiera, pero me ayudaba a sobrellevar la impaciencia. A mi lado, tenía en una caja todo lo que me faltaba por darte; y algunas palabras que pude haberte dicho mejor.

Pasaron las horas.

Te vi aparecer al fin. Eras todo lo que esperaba y al mismo una persona completamente distinta. Te di la caja. Y te abrace durante una eternidad limitada. Respiré tu aroma. Nos despedimos y volviste a coger otro avión, lejos de aquí. Era momento para cada una de seguir nuestros caminos hacia destinos misteriosos. Antes dije que vestía toda de negro. Pareciera que fuera a un entierro, de luto. Igual no era tan desacertada la idea.

Claro que todo esto no deja de ser artificio; como el sabor de estas galletas.

La imposibilidad de estar

Mil veces quise desdoblarme, clonarme, romperme en mil pedazos y varios más. Y poder volver a ser yo, solo una. Recomponerme tras visitar mil sitios y otros pocos más, vivir todas las experiencias y luego todo al mismo tiempo; cuando volviese a estar completa. Quizás hubiera sido cuestión de organización y memoria. No tiengo ninguna de las dos cosas entre las partes del todo.

Perdona por no estar ahí.

El simpático camarero que estaba por las mañanas en la cafetería, a la que solía ir antes y durante el trabajo, comenzó un día a dibujarle corazones en los cortados que acostumbraba a pedir. ‘Me gusta que la gente empiece las mañanas con buen humor’, le dijo mientras ofrecía una sonrisa cálida, como una suerte de propina inversa, cuando la chica se sorprendió al verlo. Pudiera ser su sonrisa, el corazón de espuma o que el café era ciertamente delicioso; pero no encontró motivos para cambiar de local.

Con respecto a los perfumes hay mucho escrito y mucho más olido. Ríos de aromas se sostienen en la superficie de los cuerpos hasta que desaparece todo olor. Hoy me puse uno de mis favoritos: sutilmente dulce, con recuerdos a talco, de los que te embriagan respiración a respiración. Y con él, evoqué los amores rotos; aquellos que, como este perfume, se han disipado en el aire. Los que ya no puedo volver a oler.

la la la la
la la la la
Otra vez la niña
la la la la
Otra vez la jodida niña
la la la la
Otra vez la cansina
niña
LoCaaaa
del
triciclo.
Es lo único que se percibe entre el ruidoso viento que reubica las hojas caídas en las calles. Mira, mírala ahora que da vueltas a la manzana, como pedalea en su triciclo, tan mona, rubia y con coletas.
la la la la
Que se calle. Por favor que se calle. Voy dentro de mi coche, con las ventanas subidas y la radio tan alta como mis oídos son capaces de soportar. Y solo la veo pasar moviendo la cabeza mientras pedalea y
la la la la
Distingo su boca berrear en silencio. Todos mis intentos por apagar su voz son baldíos. Veo cómo su lengua acaricia la parte alta de su boca mientras canta esa atroz melodía. Y la tengo en mi cabeza.
La
tengo
en
mi
CaBeZaaaa
la la la la
Antes de doblar la esquina a toda velocidad me mira brevemente. Me dedica su canción. Sigue cantando y con su dedito me señala al frente. Sigue moviendo la cabeza mientras desaparece de mi vista y
la la la la
Un borrón, sin cuenta nueva. Lo último que veo es una hoja posarse en el suelo y
la la la la